Monja a la fuga, o las Mantecadas de Astorga.

Una monja arrepentida, un dulce épico y una tradición artesana.

Corría el siglo XIX cuando desde el interior del convento franciscano de «Sancti Spíritu» en Astorga, emanaba un delicioso olor dulzón, que servía de imán para los conocedores del producto que allí se horneaba, las Mantecadas, (aún sin el apellido de Astorga), nacieron en el convento, rodeados de ruegos y plegarias, y así se mantuvieron durante años, bajo el control de las monjas, hasta que una monja «arrepentida» llamada María Josefa González Prieto, abandonó el convento, se salió de la congregación franciscana y comercializó la primera versión de las «Mantecadas de Astorga«, nunca una monja a la fuga, había generado tanto revuelo y que durara tantos años…

Las mantecadas aparecen por primera vez documentadas en 1805, elaboradas por los maestros confiteros «Maximo Matheo» y «Francisco Calvo», quienes las hacían por Navidad para el Seminario Astorgano, utilizando la receta original del convento y dejando constancia escrita de la misma.

En 1850 se comienza la comercialización del producto a través de unos pequeños obradores llamados morunos. Y es Don Balbino Cortés y Morales, en su libro “Diccionario Doméstico. Tesoro de las familias o Repertorio Universal de Conocimientos útiles”, del año 1876, quien aporta una receta dela Mantecadas de Astorga, ya con su característico apellido, iniciando así la leyenda.

Las materias primas utilizadas para su elaboración artesanal siguen respondiendo a la receta tradicional: huevos, manteca de vaca y harina . Su tradicional envase se hace a mano, surgiendo con ello el oficio de «cajilleras», que aún hoy se encargan de dar el pliegue característico. 

El origen del oficio de las cajilleras, cuya tarea consistía en plegar los cuadrados de papel que servían de protección y envase de la mantecada, está muy ligado a la labor de los obradores y refleja la importancia de la mantecada de Astorga en el sector productivo de la ciudad.

Existen numerosas referencias documentadas de mediados del siglo XIX, generalmente relacionadas con el mundo eclesiástico y con la costumbre de regalarlas en muestra de agradecimiento o donativo. También se tiene constancia de que durante este periodo, el primer productor las comercializó con el nombre de “La Perla Astorgana”. En varios anuarios impresos, se hace referencia ya a la existencia de 12 fábricas de mantecadas en 1891 incluso empiezan a verse los primeros anuncios publicitarios de Mantecadas de Astorga, donde indican «tiene nombradía por la fabricación de chocolates y mantecadas. Según la Cámara de Comercio de Astorga la facturación de mantecadas de Astorga en exportación, por el ferrocarril en 1930 fue de 188.710 Kg.

El valor económico de las mantecadas era y es enorme, y se mantiene hasta nuestros días, no en vano, se conoce a la ciudad casi tanto como al producto, en una asociación simbiótica, No hay Mantecadas sin Astorga ni Astorga sin Mantecadas. Este valor intangible, ha sido reconocido con una figura de calidad como es la Indicación Geográfica Protegida (IGP) que certifica el origen y la autenticidad.

Solo se pueden etiquetar y vender mantecadas de Astorga con este nombre las elaboradas en Astorga y comarca y estén inscritas en el Registro de Obradores. De esta forma cuentan con el sello del Consejo Regulador que garantiza la máxima calidad del producto.

Con cada mantecada, algo más de dos siglos nos contemplan. Pocos dulces tradicionales tienen fecha de creación documentada y además la suerte de lucir rumor sobre su pertenencia  al linaje más noble de la dulcería tradicional ibérica: aquella nacida en un convento.

Delicias de miga compacta y sabrosa que se preparaban las monjas, y que llega a nuestros días como un producto de excelencia, moderno, sano y tradicional, no en vano, destaca la ausencia del uso de levadura, o cualquier otro impulsor repostero, siendo solamente el amasado constante y el batir especial, lo que introduce el aire en la masa hasta que queda esponjosa una vez pasada por el horno. Un trabajo «muscular» que hace única a la mantecada de Astorga.

Otro producto de León, que no puedes perderte, que siempre puede ser empleado como un buen embajador de nuestra tierra en nuestras visitas fuera de nuestra provincia y sin duda un aliciente más para visitar la ciudad de Astorga, que tanto tiene que ofrecernos.