EL ENOTURISMO EXIGIRÁ REINTERPRETAR EL NEGOCIO DEL VINO

B. FERNÁNDEZ. No fue 2019 un año de grandes contratiempos, aunque sí de importantes contrariedades y si bien la Denominación de Origen Bierzo recuperaba ya los niveles de uva vendimiada anteriores a las heladas de 2017 –acabó calificando 13.380.938 kilogramos, un 18,68% más la campaña precedente y un 46,5% más que la afectada por aquel desastre–, la Denominación de Origen León no conseguía sobreponerse todavía y acusaba no sólo el efecto de los daños causados entonces a las cepas, sino la merma general de producción en casi todos los territorios vitícolas del país. Una y otra circunstancias dejaban un balance de vendimia lejos de las previsiones de en torno a cuatro millones de kilos: apenas alcanzó los 3,5 millones, por debajo incluso de la anterior (3,8) y todavía muy lejos del récord de la de 2015 (más de 4,6).

Las buenas noticias para los dos consejos reguladores venían dadas por las calificaciones de «excelente» para la añada 2018, el anhelado cambio de nombre para la ahora Denominación de Origen León, sin «tierra de» por medio, y la expectativa de que los vinos de la campaña 2019 tendrán –tienen ya– un buen color, serán potentes en nariz, intensos en boca y con unos parámetros de pH y acidez muy buenos, lo que reforzará no sólo la calidad general de blancos, rosados y tintos, sino también y sobre todo su marcado carácter varietal. Eso ocurre en un contexto en el ámbito de la comunidad autónoma de un crecimiento de las ventas del 25% en la suma de los dos años anteriores, superando por primera vez la barrera de los 200 millones de euros en facturación y alcanzando incluso los 215 millones con 36 millones de litros vendidos.

En ese escenario general tampoco debería obviarse que las 650 bodegas de las trece denominaciones de origen, además de una figura de calidad protegida de rango inferior, emplea anualmente a 19.000 personas y cuentan con la adhesión de 15.000 viticultores que generan alrededor de 3.300 puestos de trabajo directos en vendimia. En un escenario más amplio, la demanda de vinos rosados y blancos prosigue la escalada que viene registrando en los últimos años y los viticultores y elaboradores se esfuerzan por recuperar variedades y métodos de elaboración que los diferencien de los competidores internacionales y los de cualquier otra zona de producción. La calidad de los vinos, sin duda cada vez mayor, el esmerado cuidado en la viña, el conocimiento y la experiencia de los enólogos, la diferenciación y, por supuesto, los precios los hace ser muy apreciados en los mercados internacionales. El incremento general en el consumo de blancos favorece además las exigencias de los elaboradores en relación con la adaptación de la reglamentación a los innovadores criterios enológicos. Porque no sólo se fermenta ya, en el caso concreto de los blancos, en depósitos de acero inoxidable. Cada vez se usan con mayor frecuencia otros contenedores para obtener vinos más complejos.

De manera que es fácil encontrar no sólo la tradicional barrica de roble de diferentes orígenes –francés, americano, húngaro e incluso gallego–, sino fudres, depósitos troncocónicos y ovoides, tanto de hormigón como de madera de roble, e incluso de castaño. O bien ánforas y grandes tinajas de barro. En cuanto a los rosados, su producción y calidad van también en línea ascendente y su aprecio es cada vez mayor. Al margen de la tradicional Prieto Picudo, tan característica del sur de la provincia, y de la Mencía, también de esa zona, pero sobre todo berciana y de los territorios limítrofes por el oeste, es cada vez más frecuente encontrarse con vinos elaborados con la gallega-asturiana Bastardo –también conocida como Merenzao, Trousseau, Verdejo Negro o Roibal–, la gallega Caíño y las catalanas Xarel.lo, Vermell y Mandó. Todo un mundo aún por descubrir.

Las cifras ya conocidas avalan la consolidación del turismo enológico como un importante complemento de la oferta tradicional

El otro universo ya descubierto y en fase de incipiente explotación y generalización es el del enoturismo, muy desarrollado y con envidiables posibilidades en el oeste de la provincia, a través de Bierzo Enoturismo, e incipiente todavía en el sur, aunque con algunas iniciativas realmente atractivas. Sin despedir 2019, se sabía que en 2018 esa actividad cerró en España con 2.961.400 visitantes en viñas y bodegas. Si nos referimos al turismo nacional de carácter general, más de 38 millones de personas visitaron España sólo en el primer semestre del año 2019. Estas cifras avalan la consolidación del turismo enológico como un importante complemento de la oferta tradicional. Y los expertos auguran un crecimiento aún mayor para los próximos años. La actividad enoturística y la especialización en ella serán claves para asentar un crecimiento eficaz hasta hacerse rentable para las bodegas. En otros países como Francia, el sector del vino gestiona entre un 19% y un 23% de sus ventas directamente en las bodegas gracias al enoturismo. En Sudáfrica este porcentaje se sitúa en torno al 20% y aumenta al 35% en Australia, mientras que en Estados Unidos existen empresas vitivinícolas que venden toda su producción directamente en las propias bodegas. Pero avanzar en ese camino requiere que las tareas vayan mucho más allá de recibir a los visitantes.

Desarrollar estrategias integradas de márketing y promoción son aspectos que el experto en enoturismo deberá completar y ejecutar con eficacia. Sobre eso precisamente se avanzará en la Feria Internacional de Enoturismo que se celebrará el febrero próximo en Valladolid y que se organizará gracias al acuerdo entre la Feria de Valladolid y la Federación Española del Vino. Se trata de una iniciativa que tiene como objetivo primordial contribuir al desarrollo del enoturismo, facilitando a las empresas, los territorios y los colectivos profesionales un escenario para los negocios. Y es que si una cosa está clara es que cada vez son más los organismos públicos y privados que ofrecen diferentes posibilidades, incluso cursos dirigidos a formar a esos profesionales de nueva demanda en el sector.

Sin embargo, hay otros aspectos en los que cabe exigir mayor diligencia y eficacia de esas mismas administraciones, porque en realidad lo que está ocurriendo, y se está viendo con la adaptación a las nuevas exigencias de la autoridad europea, es que se necesita simplificar enormemente los trámites burocráticos. Porque lo cierto es que cada vez se Las cifras ya conocidas avalan la consolidación del turismo enológico como un importante complemento de la oferta tradicional multiplica más el trabajo para poder llevar el día a día de una bodega con trámites complejos por la demanda de información desde varios organismos y con distintos formatos. Y también preocupa cómo van a gestionarse las ayudas para el sector y asuntos relacionados con la promoción necesaria para mantener las ventas y muy en concreto las exportaciones.

El Brexit desde antes y los aranceles recientemente impuestos a algunos productos agroalimentarios, particularmente al vino, por parte de la administración de Estados Unidos pueden suponer un problema especialmente grave para un sector que, hoy por hoy, es clave para el desarrollo económico y laboral de todo el país… y para nuestra provincia.