La tradición chocolatera arranca en el siglo XVII
La tradición chocolatera hunde sus raíces en la Astorga del siglo XVII
La tradición chocolatera en Astorga viene de lejos. Fue en 1519 cuando el conquistador español Hernán Cortés y sus hombres probaron por primera vez el chocolate en México, pero no fue muy aprecio por su sabor amargo y especiado. Motivo por el que una vez conquistado México, monjas españolas en Oaxaca, le añaden azúcar llevada de Canarias. A partir de ese momento los españoles se habituaron a este alimento e introdujeron las fórmulas para elaborar el chocolate en España. A raíz de la relación del marqués de Astorga con Cortés, ante el hecho de haber concertado el matrimonio del hijo primogénito del marqués, Álvaro, con María, hija de Cortés —enlace que por causas desconocidas no llegó a celebrarse— llegan a la ciudad astorgana las primeras semillas de cacao como un regalo de Cortés.
Es entonces cuando los arrieros maragatos utilizaron su red de transporte para llevar a Astorga el cacao que adquirían en los puertos gallegos y, es ahí, cuando se empieza a fabricar artesanalmente el chocolate en la bimilenaria. Una época en la que Astorga se convierte en una ciudad pionera en Europa en la elaboración y comercialización del chocolate desde el siglo XVII, puesto que el clima seco y frío de la Maragatería favorecía el enfriamiento más rápido y natural del chocolate. Una industria que crece muy rápidamente en Astorga y en 1914, se censan en la ciudad 49 fábricas, algunas de ellas, de las más importantes de España; entre las que se encuentra La Cepedana, una de las primeras marcas que surgió y cuya actividad todavía sigue vigente. No obstante, esa saturación de fábricas hizo que muchos chocolateros emigraran a otras ciudades o pueblos, e incluso a otros países propagando sus empresas, como es el caso de Santocildes.
La historia de esta fábrica comenzó en Argentina, cuando el abuelo de los actuales dueños —originario de San Justo de la Vega—, emigró con 20 años para casarse allí. Después regresó a España y en 1916 decidió instalar otra fábrica de chocolate en una zona donde este mercado estuviera menos explotado y se ubicó en Castrocontrigo. Ahora en manos de la tercera generación familiar, Santocildes sigue siendo una de las marcas más reconocidas a nivel nacional, como en sus inicios