Brindis por un trabajo excelente en la D.O. Bierzo
La publicación en octubre pasado en el Boletín Oficial del Estado de la resolución de la Dirección General del Instituto Tecnológico Agrario de Castilla y León por la que se daba continuidad al procedimiento de modificación del pliego de condiciones técnicas de la Denominación de Origen Bierzo, que había sido solicitada el 8 de mayo de 2018, suponía mucho más que el último paso para modificar las normas técnicas que en el futuro regirán la actividad del Consejo Regulador y de los viticultores, elaboradores y bodegueros cuya actividad ampara ese sello de calidad. Suponía no sólo un hito histórico que equipara a esta comarca vitivinícola con las zonas productoras más exclusivas del mundo, sino que además marcaba el camino a seguir por otras denominaciones de origen. La DO Bierzo abría así, tras cinco años de intenso trabajo, no sólo un horizonte más amplio y un nuevo tiempo para sus vinos al equipararse a otras zonas vitícolas del más alto prestigio internacional, como el Piamonte o Borgoña, y abocaba al país a una revolucionaria etapa para la vitivinicultura.
Puestos en esa situación, no es de extrañar la euforia del competente y compacto equipo técnico que desarrolló esa abnegada labor y de quien lo lideró: «Es un gran día para los vinos del Bierzo, quizá el más importante de los últimos cinco años. Ha sido un proceso largo y complicado. Lo hemos conseguido en un solo mandato y sin que haya habido alegaciones o modificaciones del pliego de condiciones. Hemos hecho historia», proclamaba Misericordia Bello al anunciar la aprobación de las nuevas normas que regirán en los próximos decenios la elaboración de vino en el Bierzo, adelantándose así a otras denominaciones de origen, como Rioja y Priorato, que habían emprendido ese camino con anterioridad. «Es un hito.
La clasificación de viñedos hará subir los precios de la uva y afectará positivamente a toda la cadena de valor de nuestra industria», anunciaba también la ufana presidenta del Consejo Regulador rodeada de quienes siempre la acompañaron en el desarrollo de tan complejo y laborioso proceso técnico. Lo que viene a suponer la aplicación ya del nuevo pliego de condiciones, superado el plazo de oposición sin que se registrase ni una sola alegación y notificado por el Ministerio de Agricultura a la Comisión Europea, es que los vinos podrán denominarse por «unidades geográficas menores» de procedencia. Además, se incorporan diez nuevos municipios vitivinícolas, y nuevas variedades de uva –Merenzao y Estaladiña, tan vinculadas a la historia del vino comarcal–, así como la elaboración de monovarietales –ya se venía haciendo con otra calificación– de esas dos viníferas y de Garnacha Tintorera (también conocida en la zona como Alicante Bouschet) y, en fin, se autoriza además la elaboración del en otros tiempo popular clarete, tan característico de la comarca y que también entronca con la tradición berciana. Un tercio de las casi ochenta bodegas acogidas a la DO Bierzo ya iniciaron —lo hicieron incluso con anterioridad— el proceso para adoptar la nueva clasificación de viñedos. Porque en realidad era un paso lógico en un camino que algunas de esas bodegas con mayores inquietudes enológicas, las que han prestigiado e internacionalizado los vinos bercianos, ya habían afrontado, de manera que ahora sólo tienen que adecuar el etiquetado de acuerdo a esa clasificación por unidades geográficas menores. En definitiva, el nuevo reglamento viene a dar cabida a inquietudes sensatas y justas demandas que devuelven la mirada al pasado y enraízan en la más profunda y sana tradición de la actividad vitícola berciana, pero sobre todo tiene como objetivo impulsar decididamente la calidad acogiéndose a unas menciones que ya se venían utilizando cuando se comercializaban vinos bajo la referencia de los municipios o parajes de procedencia de la uva. Pero además propone el uso de un sistema de designaciones generalizado con éxito en otras zonas de gran prestigio vinícola, como Piamonte en Italia o Borgoña en Francia, en esta última desde hace más de doscientos años.
La adopción de lo que inicialmente se denominó «zonificación», que identifica y valora las unidades geográficas menores a la de su propia delimitación —todas ellas recogidas en su totalidad en un gran mapa—, compatibiliza además ese nuevo sistema de designaciones, que es opcional, con la actual nomenclatura. El objetivo último es potenciar y garantizar la más alta calidad vinícola, ya que las nuevas clasificaciones de viñedos estarán sujetas a mayores exigencias en la producción y a un riguroso control. De esa manera, los vinos de la DO Bierzo podrán certificarse a partir de ahora como «de villa» (ya sea municipio o pueblo) —a partir de uva procedente de viñedo de ese término concreto—, «de paraje» —reconocido como tal en el pliego de condiciones—, «de viña clasificada» —de una misma parcela o parcelas colindantes de un mismo paraje, de nombre reconocido y que al menos durante cinco años haya sido tipificado como tal—, «gran vino de viña clasificada» —tipificada como tal al menos durante cinco años y, como en el caso anterior, reconocida así por un comité de expertos—. Esas referencias, además de la indicación general básica de «Denominación de Origen Bierzo», deberán incluirse en el nuevo formato de las etiquetas para informar con precisión a los consumidores de la procedencia y tipología de los vinos. La normativa exige a los viticultores que quieran acogerse a las nuevas designaciones de unidades geográficas menores a reducir el rendimiento del viñedo (kilogramos por hectárea) un 20% en el primer caso, un 25% en el segundo, un 30% en el tercero y un 35% en el más exigente respecto al máximo fijado actualmente por la Denominación de Origen Bierzo.
Supone no sólo un hito histórico que equipara a esta zona vitivinícola con las más exclusivas del mundo, sino que además marca el camino a seguir por otras denominaciones.
La consecuencia lógica de la clasificación de viñedos, más allá de la repercusión directa en la mejora del precio del vino, de la uva y del viñedo, es que evitará el abandono de parcelas en el mayor reservorio mundial de cepaje histórico, incentivará la plantación y recuperación de las fincas en desuso que fueron viñedos en el pasado y, en definitiva, fortalecerá el sector vitivinícola, hoy por hoy clave en el desarrollo económico y laboral de la comarca. El nuevo pliego de condiciones aprobado aporta además otras novedades importantes como la incorporación de las variedades autóctonas Merenzao y Estaladiña, de gran interés enológico y que se suman a las Mencía, Godello, Doña Blanca, Garnacha Tintorera, Palomino y Malvasía que ya estaban autorizadas. Además, a partir de ahora podrán elaborarse monovarietales de Garnacha Tintorera, Merenzao y Estaladiña. Y, por último, el tradicional vino clarete también estará acogido por el Consejo Regulador y, en consecuencia, podrá beneficiarse de la marca Bierzo.
El porcentaje de uvas tintas tendrá que estar entre el 40% y el 60% y el resto deberá ser uva blanca de cualquiera de las variedades autorizadas por el reglamento técnico. Los diez nuevos municipios acogidos a la Denominación de Origen Bierzo ya fueron zonas vitícolas en el pasado, pero abandonaron parcialmente su actividad por el auge de la minería. Ahora tinen la oportunidad de recuperarla. Todos los municipios, tanto los veintidós que estaban inicialmente incluidos dentro de la zona de producción de la Denominación de Origen Bierzo, como los diez que se han incorporado —Benuza, Berlanga del Bierzo, Fabero, Folgoso de la Ribera, Igüeña, Oencia, Sobrado, Toreno, Torre del Bierzo y Trabadelo— tienen características climáticas y edafológicas muy similares que los hacen aptos para la producción de vinos de alta calidad, poseen las mismas variedades, marcos de plantación y sistemas de producción. La ampliación de la zona de producción es un acto de justicia histórica para esos territorios, innecesariamente agraviados y sometidos en casos concretos a situaciones de difícil justificación, sino imposible.
Por otra parte, la clasificación de viñedos devuelve la identidad de las zonas vinícolas y las pone en valor, dotándolas de una garantía de origen que sin duda será reconocida en los mercados nacionales e internacionales. El buen trabajo realizado en este sentido llegó este año acompañado de otra buena razón para brindar y es la recuperación del volumen de producción hasta niveles de uva vendimiada anteriores a las heladas de 2017. La campaña, que se inició el 3 de septiembre y concluyó el 20 de octubre, se cerró con 13.380.938 kilogramos de uva calificada, lo que supone un 18,68% más que el año anterior (11.275.190 kilogramos) y un 46,5% más que en 2017 (9.130.851).
Esa uva de una calidad «excepcional», según la dirección técnica del propio Consejo Regulador, dará como resultado unos vinos «de buen color, potentes en nariz, intensos en boca y con unos parámetros de acidez y alcohol muy buenos que reforzarán su carácter varietal». ¡Salud!